“Estoy muy nerviosa. No sé si vaya a poder hacer esto”. Tales palabras le dijo la recién casada a su flamante esposo al borde del lecho al empezar la noche de bodas. Pasó el tiempo. (Pasar es lo mejor que el tiempo sabe hacer, a más de curar heridas del corazón). La pareja celebraba sus 40 años de casados, y los esposos fueron a una segunda luna de miel. Al empezar la nueva noche de bodas el señor le dijo a la señora al borde del lecho: “Estoy muy nervioso.
No sé si vaya a poder hacer esto”. El buen padre Arsilio se preocupó: entre sus parroquianos estaba cundiendo el alcoholismo. Los reunió en el templo y les pidió en tono suplicante: “Hijos míos: ayúdenme a acabar con el nefasto vicio del alcohol”. “¡No! -se oyó desde la última fila la aguardentosa voz de un borrachito-. ¡Déjenlo que se chingue él solo!”.
En la región carbonífera de Coahuila hay mucho carbón, pero en ocasiones hay más demagogia que carbón. Por ejemplo, lo de la recuperación de los cuerpos de los mineros que perdieron la vida en Pasta de Conchos es demagogia pura, pues tanto los datos técnicos como el sentido común indican que tal recuperación, por lo complicada y peligrosa, es imposible.
Mejor haría el gobierno federal en repartir entre los deudos de las víctimas los cientos de millones de pesos que eventualmente habrán de gastarse en esa empresa tan costosa como inviable, y en vez de llevarla a cabo, pese a saber que los supuestos trabajos son más simulación y engaño que otra cosa, erigir un digno cenotafio o túmulo en memoria de los mineros fallecidos y ver por la seguridad económica de sus familias.
Es duro decir esto, pues las viudas y huérfanos conservan todavía la esperanza de recuperar los restos de los suyos, pero hay ocasiones en que la realidad ha de imponerse sobre una esperanza que, por ilusoria, resultará a final de cuentas más decepcionante. Mal hacen los políticos del centro en aprovechar este tipo de tragedias para hacer acto de presencia en el sitio del dolor y ofrecer declaraciones insinceras.
Por eso le fue tan mal a López Obrador, quien para llevar agua a su Morena hizo una fugaz visita de cumplimiento -cumplo y miento- a “El Pinabete”, el pozo en el cual quedaron atrapados una decena de mineros del carbón; por eso ha sido tan criticado en la región Ricardo Mejía Berdeja, conocidísimo en Guerrero, prácticamente desconocido en Coahuila -lo cual lo favorece- y aun así corcholata de López Obrador para ser candidato al gobierno de ese estado.
Al delfín de AMLO se atribuyen manejos de politiquería tendientes a involucrar en la tragedia a Armando Guadiana Tijerina, empresario del carbón y aspirante también a la candidatura morenista. Menos demagogia y más justicia piden los mineros y sus familias; menos fotografías y más acciones efectivas.
Los otros datos déjense para las mañaneras... Unos novios acudieron a la oficialía del Registro Civil y le dijeron al encargado que querían contraer matrimonio. El oficial se dispuso a tomar los datos de los contrayentes. Le preguntó al novio: “¿Cuál es su nombre?”. Respondió el muchacho: “Carmelino Patané”. “Y usted, señorita -se dirigió el funcionario a la muchacha-, ¿cómo se llama?”. Contestó ella: “Loretela Patané”.
Quiso saber el oficial: “¿Alguna relación?”. Dijo la chica: “Varias”. Una dama de atractiva presencia y donairoso andar llegó a una clínica de especialidades y la preguntó a la recepcionista: “¿Hay aquí un ginecólogo siquiatra?”. “¿Ginecólogo siquiatra? -se sorprendió la chica-. No conozco esa especialidad. ¿Por qué necesita usted un ginecólogo siquiatra?”. Respondió la interrogada: “Porque cada vez que me tocan allá me vuelvo loquita”.
FIN.