“Estamos avergonzados de ti -le dijeron sus amigos a Morosio-. Supimos que le besaste las manos al gerente del banco cuando te prestó el dinero que le pediste”. “Es cierto -reconoció el cínico sujeto-. Y no se imaginan lo que tendrá que besarme él para que yo le pague”. Dos esquimales adolescentes vestidos con sus parkas, gruesas ropas de piel que las mujeres y hombres habitantes de aquellas gélidas regiones usan, y que los cubren de la cabeza a los pies, estaban viendo un ejemplar de la revistas Playboy que un cazador blanco llevó en su equipaje. Le dijo uno de los esquimales, asombrado, al otro: “¿De veras nuestras mujeres tienen también todo eso?”.
Doncelia era la hija única del señor Terracio, el dueño de la hacienda. Soltera, ya no estaba en su abril ni en su mayo: andaría más bien por su julio o su agosto. Cierta mañana la madura joven andaba todavía sin arreglar, con papelitos rizadores en su cabeza, ataviada con una bata media rota y calzada con unas chanclas viejas. En eso se oyó tropel de caballería. “¡Mano Poderosa! -exclamó asustada la nana de Doncelia-. ¡Son los revolucionarios, esos malvados que se roban a las mujeres y las hacen objeto de sus más bajos instintos!”. “¡Qué barbaridad! -dijo Doncelia-. ¡Y yo en estas fachas!”.
La palabra “contento” significa alegre, satisfecho, pero quiere decir también contenido. El adjetivo se aplica a quien se contiene, a quien no excede los límites que le corresponden. De hecho los dos términos se relacionan: estás alegre y satisfecho porque estás contento, limitado: no ambicionas más de lo que tienes. Ni envidioso ni envidiado, como dijo el clásico. Yo me pregunto, no sin inquietud, si el Ejército está contento con lo mucho que de López Obrador ha recibido, o si luego querrá más. Pienso que esa institución ha sido desvirtuada por el Presidente, que ha asignado a los militares funciones que no les corresponden ni por ley ni por tradición.
Lo de la Guardia Nacional es una asignatura más que el instituto armado deberá cumplir; tareas de carácter policíaco. En algunas de las atribuciones que el Ejército ha debido aceptar, pues las ha recibido de su jefe nato, está presente el germen de la corrupción. Como ejemplo se podría citar la administración de aduanas y puertos marítimos, lo mismo que la construcción de obras. La milicia ha observado en México una conducta recta, pero los militares no dejan de ser humanos, como lo prueba el hecho de que algunos han ido a prisión por haberse apartado del riguroso código ético aprendido en el Heroico Colegio Militar.
Lo mejor que en un futuro sexenio podría suceder sería que el Ejército devolviera al gobierno civil las funciones y encomiendas que recibió de López Obrador, quien ha puesto al país en un camino de militarización no exento de riesgos. Lo peor que le podría pasar a México sería que el Ejército no estuviera contento, es decir satisfecho, contenido. Sobre todo contenido. Esperemos que en los militares nunca pesen más las ambiciones que las tradiciones. La lealtad a la República (a la Patria, con mayúscula) está por encima de cualquier voluntad, por poderosa -o caprichosa- que sea.
En pleno acto del amor aquella señora empezó a hablar del alto costo de la vida. “Todo ha subido -le dijo a su esposo, ocupado en el in and out que el dicho acto requiere. Ha subido la gasolina, ha subido la luz, ha subido el gas. Ve al mercado y verás que han subido las tortillas, la carne, el pan, la leche, el aguacate, el limón. Todo ha subido”. “No todo -manifestó mohíno el señor, a quien afectó sensiblemente el inoportuno informe económico de su mujer -.Hay algo aquí que acaba de bajar”.
FIN.