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Coahuila

El Rostro Olvidado de Monclova: La Drogadicción que Consume las Calles

El Rostro Olvidado de Monclova: La Drogadicción que Consume las Calles

Por Adriana Cruz - 15 abril, 2025 - 05:39 p.m.
El Rostro Olvidado de Monclova: La Drogadicción que Consume las Calles

MONCLOVA, COAH.– La ciudad despierta como todos los días: con el rumor de las fábricas, los camiones que se cruzan por las avenidas, el calor que empieza a golpear desde temprano. Pero basta con caminar unas cuantas cuadras hacia el primer cuadro para que el paisaje cambie. Aquí, entre tiendas cerradas, edificios abandonados y banquetas agrietadas, aparece otro rostro de Monclova: el de la indigencia, el de la adicción, el de la soledad absoluta.

Ahí está un joven —quizá no tenga más de 35 años— con la  piel acartonada por el sol, descalzo, murmurando cosas al aire mientras carga un plato de comida que recién le acaban de dar. Más adelante, otro hombre que carga una cobija y busca entre los contenedores algo que le pueda servir, después sigue su camino, con la mirada clavada en el cielo, como si esperara algo. O a alguien.

Estela: El infierno desde adentro

Por razones de privacidad, llamaremos Estela a una mujer de 38 años que carga en silencio una batalla que muchos prefieren ignorar. Durante años, sostuvo su hogar, cuidó de sus hijos, trabajó, creyó en su familia. Pero su pareja cayó en las adicciones, y con él se vino abajo su mundo.

"Hay días en los que me pregunto cómo llegamos a esto", dice, con voz baja. Vive en una casa que ya no se siente suya, rodeada por el silencio incómodo de quien ha dejado de luchar. Su pareja no quiere ayuda. Ella, sin apoyo ni red cercana, ha tenido que resistir, tragarse el miedo y la tristeza, hacer como si nada. Porque aún hay hijos que cuidar. Porque aún hay que aparentar que todo está bien.

Estela ya no duerme bien. Ha subido de peso por el estrés, su rostro se ha ido apagando. Cada vez que ve a alguien consumido por las drogas en la calle, no puede evitar pensar: ese podría ser él... o podría ser yo, si me dejo caer.

Una ciudad que calla lo que duele

Monclova no grita, pero duele. Duele en cada esquina donde hay un cuerpo dormido entre basura, en cada mirada extraviada que no encuentra salida, en cada madre que llora por el hijo que ya no reconoce. El cristal —barato, fácil de conseguir, devastador— se ha vuelto la droga más presente. La más cruel.

Lo que dicen los números, lo que grita la calle

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Coahuila ha avanzado en la lucha contra el consumo de drogas. Durante años ocupó el primer lugar a nivel nacional, pero hoy ha descendido al segundo, casi tercer puesto.

Sin embargo, las autoridades reconocen que el trabajo está lejos de terminar. "Nosotros trabajamos en estrategias de prevención, pero también reforzamos acciones contra la distribución y comercialización de sustancias ilícitas", señaló el fiscal general del Estado, Federico Fernández, durante su reciente visita a Monclova.

. "No podemos bajar la guardia. La seguridad en Coahuila es una prioridad, y trabajamos todos los días para mantenerlo como un estado seguro", afirmó.

Centros saturados, esperanzas en pausa

Hay centros de rehabilitación en la ciudad, sí. Pero no alcanzan. "Hay jóvenes que llegan pidiendo ayuda, pero no todos pueden quedarse porque los espacios son limitados"

Alejandro, de 40 años, logró salir. Vivió en la calle dos años. Robó, se perdió, estuvo a punto de morir. Hoy trabaja como voluntario en un centro. "El infierno no está debajo de la tierra, está aquí. En cada dosis que te roba un pedazo más de lo que eras. Pero se puede volver."

Y mientras tanto...

Mientras tanto, Estela sigue aguantando. Como muchas otras mujeres. Sabe que está al borde, que su cuerpo le grita que algo debe cambiar. A veces escribe mensajes de fe para no olvidarse de sí misma. A veces piensa en irse. Pero no tiene a dónde.

Monclova sigue su curso. El tráfico no se detiene, la vida cotidiana avanza. Pero en sus rincones más tristes, la ciudad suplica que alguien la escuche. Que alguien voltee a ver esos rostros que todos fingen no ver. Porque la drogadicción no solo está en los números. Está en las historias que nadie cuenta. En los hogares que se desmoronan en silencio. En mujeres como Estela, que siguen de pie aunque por dentro se estén cayendo.

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